martes, 30 de agosto de 2011

Querido ser humano

En crudo

Misterios sexuales


       ¿Por qué es vital para los hombres dejar clarísimo que no les gustan los otros hombres?

¿Por qué algunos hombres repudian y condenan la homosexualidad masculina y no ponen ningún reparo a la femenina?


¿Por qué creen algunos hombres que dos lesbianas están deseando que aparezcan ellos en la habitación, con el pene erecto?

¿Por qué preferimos pensar que las chicas guapas no cagan?

¿Cagan?

¿Por qué deseamos con tanta intensidad que el protagonista le de un beso a su amor de película?

¿Pensamos que nos van a besar a nosotros?

¿Por qué es tan excitante para los hombres heterosexuales contemplar o imaginar una relación sexual entre dos mujeres?

¿Es excitante para las mujeres heterosexuales contemplar o imaginar una relación sexual entre dos hombres?

¿Por qué algunos padres no soportan la idea de que sus hijas tengan relaciones sexuales en un futuro?

¿Por qué llaman cabrón al niño que, cuando crezca, le tocará las tetas a su hija?

¿Es una cabronada tocar las tetas?

¿Por qué los hombres siempre hacen la misma broma cuando tienen en la mano una salchicha?

Otros misterios

¿Por qué los padres y abuelos, hablan de sus hijos y nietos, aunque no venga a cuento?

¿Por qué los futbolistas siempre dicen las mismas cosas?

¿Por qué es imposible plegar un prospecto?

¿Por qué los hijos de los demás son tan fáciles de educar?

¿Por qué cuando decimos que no queremos ofender, el que escucha teme que estamos a punto de hacerlo?

¿Por qué, justo antes de criticar a alguien, aclaramos que es buena persona?

¿Por qué decimos que no hay prisa cuando nos deben dinero?

¿Por qué decimos “donde queráis” si nosotros queremos ir al cine?

¿Por qué no sabemos lo que teníamos que contestar al impertinente hasta que nos lo dice alguien que no estaba allí?

¿Por qué los turistas hacen tantas fotos?... Tantas, me refiero.

¿Por qué necesitamos saber el tiempo que va a hacer?

¿Por qué sufrimos tanto cuando hay buffet libre?

¿Por qué dan sueño los documentales?

¿Por qué nos da vergüenza ruborizarnos?

¿Por qué creemos que los demás piensan sobre nosotros exactamente aquello que creemos que piensan sobre nosotros?

¿Por qué no está prohibido vender productos que adelgazan?

¿Por qué no está prohibido decir a las chicas que las querrán más si están delgadas?

¿Por qué esperamos que los adolescentes actúen de un modo adulto?

¿Por qué comemos tanto?

¿Por qué se sobrentiende que te quiero y no se sobrentiende que estás tont@, o que la tortilla está quemada? ¿Piensas que eso no lo sé?

¿Por qué rechazamos los cumplidos?

¿Por qué nos da vergüenza pronunciar bien el inglés?

¿Por qué es políticamente correcto parecer idiota?

¿Por qué, al cocinar en presencia de otro, preguntamos cosas que sabemos perfectamente?

¿Por qué las madres hablan a las parturientas de lo mucho que sufrieron en sus partos?

¿Por qué lo celebramos todo comiendo, bebiendo y fumando como cosacos?

¿Por qué asumimos que el taxista nos va a timar?

¿Cuál es el drama? ¿Que el amor de tu vida quiera a otro, o ser un cornudo?

¿Por qué los guardias miran hacia otro lado cuando te estás excusando por tu infracción?

¿Por qué la gente habla en un tono bajito cuando habla de las depresiones?

¿Por qué son en plural? Las depresiones, digo.

¿Por qué es tan grave que alguien haya estado de psicólogos?

¿Por qué son en plural? Los psicólogos, digo.

¿Por qué decimos tantas veces que es la última vez que advertimos algo?

¿Por qué nos ponemos a dieta en lunes?

¿Por qué dejamos de fumar en lunes?

¿Por qué ninguno de los dos retos llega con vida al miércoles?

¿Por qué nos influyen tan poco las imágenes del hambre y la miseria?

¿Por qué buscamos culpables en lugar de soluciones?

¿De quién es la culpa?

¿Por qué nos dan miedo los extraños?

¿Por qué algunas personas, al llamar por error a tu teléfono, se enfadan e insisten en que ellos han marcado bien?

¿Por qué nos cagamos en la puta?

¿Por qué nos gusta escuchar en televisión las miserias de los demás?

¿Por qué nos las cuentan?

¿Por qué pensamos que el mendigo se va a gastar en vino el dinero que nos pide?

¿Por qué siempre me toca el asiento donde está la pata de la mesa?

¿Por qué siempre me cae la gota de limón en el ojo?

¿Por qué preguntamos “cómo estás” si después no dejamos contestar?

       ¿Por qué dan risa los pedos?


¿Por qué disfrutamos tomando el pelo a los que saben menos que nosotros?

¿Por qué nos da risa que alguien se caiga?

¿Por qué nos reímos cuando nos caemos, si no nos hace ninguna gracia?

¿Por qué pensamos que, como en nuestro pueblo, no se come en ningún otro?

¿Por qué gritamos al hablar con extranjeros?

¿Por qué pensamos que los extranjeros no tienen ni idea de lo que es bueno?

¿Por qué algúnos médicos se enfadan cuando te sigue haciendo daño?


¿Para qué narices quiere un niño el palo de hurgar en la garganta?

¿Por qué las madres dicen a las hijas cómo se hacen las cosas, aunque las hijas tengan sesenta años?

¿Por qué a los hijos no les dicen nada?

¿Por qué pensamos que nadie sabrá como darle la sémola a nuestro hijo?

¿Por qué las mujeres se sienten unas marranas y unas frescas por no tener la casa tan limpia como la tenían sus madres?

¿Por qué los hombres no se sienten unos marranos y unos frescos, aunque lo sean?

¿Por qué dicen los maridos que no saben poner una lavadora?

¿Por qué nos extraña que haya tanto maltratador?

¿Por qué dicen los obispos tantas tonterías?

¿Por qué el conservador tiene miedo al cambio?

¿Por qué las películas que muestran escenas violentas (tiro en la cabeza) son de acción y aquellas en las que sale un pene son porno duro?

¿Por qué los siete enanitos son unos guarros y unos desastrados y Blancanieves es tan feliz por limpiar la casa?

¿Quién se ocupó de la casa cuando Blancanieves se fue con el príncipe?
¿Hubo boda? ¿Viven en pecado?

¿Con quién aprendían los hombres a practicar el sexo si las mujeres llegaban vírgenes al matrimonio?

¿Por qué se llaman los Diez Mandamientos si son siete Prohibiciones y tres imposiciones?

¿Por qué según todos los maestros, todos los niños pueden, pero no quieren?

¿Por qué el fascismo no se ha extinguido todavía?

¿Por qué el nacismo no se ha extinguido todavía?

¿Por qué las personas, en las películas, dicen cosas que nadie dice en la vida real? Por ejemplo: “Ya hemos hablado suficiente de mí, ahora hablemos de ti”.

¿Por qué nos dicen que se puede aprender inglés, alemán o francés sin esfuerzo?

¿Por qué hablan tan raro los presentadores de las noticias?

¿Por qué los indios de las películas hablan castellano utilizando sólo los infinitivos?

Al horno

La persona normal.

Individuo perteneciente a la especie humana. Tiene graves problemas para plegar el prospecto de un medicamento después de leerlo. Suele meterlo en la caja a presión, acompañando esta acción de blasfemias y groserías. Cuando avisa de que no quiere ofender, termina diciendo algo ofensivo y antes de criticar al prójimo suele advertir que éste le parece buena persona. Aunque prefiera ir al cine no siempre lo dice. Termina yendo donde otros deciden, pero lo hace de morros porque quería ir al cine. Aunque niega tener prisa por cobrar una deuda, se enfada si tardan en pagarle. Algunos individuos se muestran autoritarios e intolerantes. Se ponen como fieras si los demás no quieren hacer lo mismo que ellos. Se complementan a la perfección con los que preferían el cine pero callaban.
Si llueve cuando está de vacaciones, está convencido de que la vida es injusta con él. Como el hombre del tiempo se confunda, además de maltratado se siente ofendido. Cuando nieva y el gobierno le aconseja quedarse en casa, hace caso omiso y sale; después, pasa la noche en un atasco a cinco bajo cero y acusa a las autoridades de falta de medios.
Dispone de gran cantidad y variedad de alimentos, pero se pone muy nervioso cuando acude a un buffet libre. Decidir entre el filete y el arroz provoca en su organismo una activación similar a la elección entre un audi y un mercedes. Dice que prefiere ver documentales a otros programas, pero cuando los ve se duerme profundamente. Hay consenso entre los de su especie en que los programas que más gustan son aquellos que menos audiencia tienen.
Como un día se encendió un cigarrillo y llegó el autobús, fuma para que el autobús venga. Tiende a asumir que el resto del mundo piensa de su persona exactamente aquello que teme que piensen. Cuando le critican, se altera y niega la crítica aunque la sepa cierta. Si le alaban, también se altera y se critica solo, aunque comparta la alabanza. Le da muchísimo apuro ruborizarse, algo que no deja de suceder hasta que no deja de importarle. Come muchísimo más de lo que necesita y consume sustancias que alteran sus sistemas perceptivo y emocional; presume de todo ello, pero también se siente sucio, culpable y detestable por haberlo hecho.
Aunque sepa idiomas, se muestra temeroso de pronunciarlos bien, porque otros pueden pensar que es un pedante; sabe la medida exacta del arroz pero en presencia de otros expertos se hace el ignorante y consulta; cuando da una opinión sobre un tema que conoce bien, comienza diciendo que no tiene ni idea. Estos y otros indicios dan a entender que, en ocasiones, parecer completamente idiota está muy bien visto por la sociedad humana. Sabe muchas más cosas de las que reconoce y bastantes menos de las que cree. A veces pide consejo sin que lo necesite; otras ignora lo que le recomiendan, aunque baje Dios a verlo y le aclare el misterio de la Santísima Trinidad. Asume que el taxista le va a timar, que el extraño lo va a joder y que lo harán porque  creen que es imbécil.
Los individuos femeninos que ya han tenido hijos cuentan a las embarazadas lo mal que lo pasaron en el parto. Entre los individuos masculinos, es políticamente correcto mostrar indiferencia ante los sentimientos. Algunos, si la persona a la que quieren los abandona, en vez de llorar se enfadan, se cagan en distintas cosas y amenazan con matar o matarse.
Cuando habla de enfermedades, en especial de problemas emocionales, lo hace con voz bajita y en plural: “Fulanita está con unas depresiones enormes y anda de psicólogos”.
Afirma muchísimas veces que es la última vez que dice algo, se pone a dieta en lunes y deja el tabaco el lunes. Ninguno de los dos retos suele alcanzar el miércoles.
Aunque se conmueve con facilidad, está acostumbrado a ver cómo los niños se mueren de hambre en las noticias. Suele buscar culpables en lugar de soluciones, teme a los extraños pero hace ver que los odia, se caga en la puta ¿¿¿??? y disfruta escuchando las miserias de otros en programas de televisión. Los otros disfrutan contándolas ante el país entero, pero se avergonzarían de acudir a un psiquiatra. Piensa que el mendigo se va a gastar el dinero en vino y se cree desgraciado porque le toca el asiento donde está la pata de la mesa. Pregunta al resto de gente: ¿cómo estás? y después le incomoda muchísimo que se lo expliquen.
Tiene un peculiar sentido del humor: le dan risa los pedos, que la gente se caiga y los congéneres con ojos rasgados (a estos últimos les sucede lo mismo con los congéneres de ojos redondos). Disfruta tomando el pelo al que considera más tonto que él y se ríe al tropezar, aunque generalmente no le hace ninguna gracia. Cuando una salchicha es grande, suele compararla en broma con un pene.
Frecuentemente, para el macho heterosexual, es importantísimo dejar patente que lo es, aunque nadie le pregunte. Habla con desprecio de maricones y  nenazas y le encanta contemplar una relación entre dos hembras. Algunos creen que las lesbianas están deseando que aparezcan ellos en la habitación, con el pene erecto. Los machos humanos que habitan la parte occidental del planeta, han visto demasiadas películas porno.
Ese mismo macho, cuando es padre de una niña, se pone nervioso al asumir que un día se le desarrollarán los órganos sexuales y experimentará las sensaciones que tanto gustan a él y su pareja. Se refiere al niño que un día crecerá y tocará el pecho de su hija como un cabrón. En la historia más reciente, las mujeres debían llegar vírgenes al matrimonio. Los hombres no ¿¿¿???
Por alguna razón, la especie prefiere pensar que las personas guapas no cagan.
En todos los pueblos del mundo se come mejor que en ningún sitio. Al comunicarse con extranjeros, suele gritar en infinitivo para que le entiendan mejor. Cree que el extraño no tiene idea de lo que es bueno hasta que conoce su aldea, barrio o ciudad.
Padres y madres dicen a sus hijas e hijos lo que han de hacer, aunque ya lo sepan hace cuarenta años. Algunas mujeres, generalmente mayores de cincuenta, se sienten unas marranas si la casa está ligeramente sucia. Los hombres no se sienten marranos, aunque suelen serlo. Éstos manejan a la perfección todos los electrodomésticos, en especial los mandos a distancia, la nevera y el aire acondicionado. Hay una excepción: la lavadora. Dicen no comprenderla aunque su funcionamiento es mucho más simple que el de la cadena musical. Muchas generaciones de hombres han crecido pensando que son más valiosos, respetables e importantes que las mujeres. Algunas instituciones sociales y religiosas siguen defendiendo esa idea.
Todos los que nacen terminan muriendo, pero no les gusta pensar en ello. Si alguien habla de morir, el resto se incomoda. El miedo a la muerte propia y ajena lleva a algunos individuos a acudir al médico semanalmente o a comprobar en internet que no tienen la enfermedad que temen; otros rezan, evitan pisar la raya de las baldosas, comprueban cinco veces que cerraron el gas o llaman por teléfono repetidamente al que salió de viaje. En contraste, corren demasiado en la carretera, incumplen las normas de circulación o toman alcohol antes de conducir; fuman, comen en exceso o se dejan morir de hambre porque se sientes inaceptables. Se matan porque pertenecen a distinto equipo, Dios o país. Piensan que las desgracias solamente ocurren en la tele y a otras personas.
Todo esto lo hacen aquellos individuos de la especie que se definen como normales.


D.S

lunes, 29 de agosto de 2011

Relatos

El grano de arena

El grano de arena ha ocupado la hendidura en la roca durante trescientos cincuenta y siete años, cuatro meses, dos días, nueve horas, ocho minutos y tres segundos. El martilleo de las excavadoras lo libera por fin.  Si supiera que existe, se lanzaría al viento gritando de júbilo, lloraría ante la belleza del pinar bajo el sol de marzo y buscaría una nueva ubicación, más ventilada y con vistas al mundo.
Es transportado por el viento.
Atraviesa el parque infantil a medio construir, sortea los pinos y acaricia el perfil imposible de las piedras de rodeno. Si pudiera desear, soñaría con un vuelo interminable, una vida aferrado al vendaval, imprevisible y frenética. Acepta estrellarse en la sustancia húmeda con la misma resignación que asumió, siglos atrás, incrustarse en la grieta.
La capacidad del grano de arena para ignorar es infinita: ignora lo tangible y lo soñado; desconoce el tiempo y su espacio, los nombres de las cosas y los caminos del destino.
Ignora que ignora.
Hundido en la esclerótica, el grano de arena siente la misma ausencia de emoción que experimentó durante siglos en la recién abandonada abertura, mil años atrás en el mar o diez mil años atrás, cuando todavía formaba parte de la gran piedra.
El hombre tan sutilmente atropellado nada sabe de las aventuras del grano de arena. Si conociera su pasado infinito y su presencia en mil guerras, sentiría cierto orgullo por ser el elegido. El hombre que sabe del mundo y de la vida desconoce, igual que el grano de arena, que la esclerótica se llama esclerótica.
Para él, es lo blanco del ojo.
Transcurren tres minutos hasta que el grano de arena cambia de ubicación. Un pañuelo de seda lo arranca de la sustancia viscosa y el ojo que antes lo albergó lo mira detenidamente. Es el primer ojo que lo ve en toda su historia sin vida.  La reacción de alerta que el impacto ha despertado en el sistema nervioso humano, cesa al comprobar éste que el proyectil es un granito de arena.
Es acariciado entre el pulgar y el índice de la mano. Observado durante un último segundo. Catapultado al vacío.
El hombre lo ha llamado mota.

Envuelto en humedad, pesa más que la brisa. Se posa sobre un palo del tamaño de una lenteja, junto al gran pino. La primavera calienta la tierra y tiñe el paisaje de verde. El lugar donde ahora no vive es transitado por docenas de insectos, que lo miran con múltiples e indiferentes ojos. Un grano de arena pensante supondría que será feliz allí durante un tiempo. Pero dos días después, la hormiga que nunca se ha visto en un espejo lo coge entre sus patas. Posee mandíbulas, ojos, antenas y un largo tubo que bombea sangre incolora desde la cabeza a la cola. Respira a través de agujeros salpicados por su cuerpo y está viva. Lo conduce cincuenta y siete centímetros al sur y lo deja caer en el país de los granos de arena. Los hay blancos, amarillos y rosados; grandes, puntiagudos, menudos y regordetes.
El silencio cubre cientos de historias.
Durante años de espera y oscuridad, la inconsciencia le libró del aburrimiento, pero ver el crepúsculo rojizo compensaría ahora toda una existencia gris. Doscientos noventa y seis mil, cuatrocientos treinta y seis compañeros comparten sueños, recuerdos y desvelos opacos: el grano azulado que corona el hormiguero tres milímetros al este atravesó China del amanecer al ocaso; el gordinflón rosáceo de la derecha formó parte de la gran pirámide de Keops, pero nadie le creería, porque la envidia es muy recelosa. Cuentos de dinosaurios, pueblos olvidados y grandes terremotos duermen sepultados bajo el  montículo inerte.
Las hormigas están demasiado ocupadas para soñar, dudar o aburrirse.
La noche arropa al hormiguero con una sábana oscura y sedosa. Mientras el sol permanece oculto, la población de rocas menudas tiene tiempo de elegir un cabecilla y escapar de allí. Hasta que las primeras obreras asomen por la boca del túnel, pueden huir a las montañas, sumergirse en el gran charco o sepultar a las hormigas bajo su peso. Organizar una expedición al corazón de la galería y secuestrar a la reina.
Permanecen.
Permanecen juntos y en soledad, ajenos a su mutua compañía.
Hasta que la tormenta rompe el cielo y la quietud.

La primera gota explota en el suelo y anuncia el diluvio. Cada impacto produce un ruido sordo y violento que aterraría a un ser impresionable. En pocos segundos, el montículo es desfigurado por el torrente de agua y la gran comunidad recién fundada desaparece y regresa al olvido. La suave pendiente del prado determina que la corriente viaje hacia el sur. Más de cuarenta y siete mil insectos mueren bajo la tormenta. Cualquier nostalgia de respirar que la belleza del atardecer habría justificado pierde sentido dentro del raudal. A tres metros del grano de arena, se ahoga una hormiga que nunca se vio en el espejo.
¿Sufrió?
El reguero desemboca en la cuneta del camino y acelera su curso hasta que el tocón atascado lo revienta y lo divide. El grano de arena es arrastrado por el cauce derecho, que regresa al pinar. Más tarde, bajo un sol de terciopelo, se detiene junto a la piña roída.  La composición química de la arena, mezclada con agua del cielo y combinada con esencias de espliego, tomillo y ajedrea, dulcifica el aire con un aroma que conmueve al ser humano.
Eau de tierra mojada.
El grano de arena ha adelgazado. El baño le ha dejado limpio y semitransparente. Nunca se había sentido gordo, flaco, atractivo o detestable. Ahora tampoco. Podía haberse disuelto completamente en el torrente de agua, pero no le importa. Ha sido arrancado de su hogar, transportado por el viento, acariciado por un ser monstruosamente grande, raptado por una hormiga y arrastrado por la riada.
Reducido a la mitad de sí mismo.

Es un buen día para la lombriz superviviente. La tierra húmeda le facilita el tránsito y el alimento. Repta bajo la piña roída y sale a la superficie. Olvida que la semana anterior su pariente fue arrancada de su agujero por un niño juguetón. Ignora que terminó atravesada por un anzuelo y devorada a medias por la trucha que quería merendar gusanos. La trucha que a su vez se ahogó en la mochila del niño, fue rebozada en harina y achicharrada en una sartén.
No sabe que se llama lombriz.
El grano de arena se pega al vigésimo séptimo anillo del gusano.
Otra vez, pensaría.
Otro viaje.
Más lento.
Pero ya estamos otra vez.
Ser una porción mineral inerte es una bendición cuando el ritmo lo marca un anélido. Después de volar y navegar, la velocidad de lombriz habría desesperado a un ser irritable.
Afortunadamente, algo inmune al hastío es también inmune al pánico.
El pariente merendado por una trucha no tuvo tiempo de advertir: No salgas. No reptes a media tarde. No pierdas de vista el cielo.
La madre picaraza se posa junto a la lombriz, abre el pico y lo cierra sobre treinta y dos anillos, entre ellos el vigésimo séptimo.
Ya estamos otra vez.
El vuelo es corto. El gusano se mueve ¿aterrorizado?, pero el esfuerzo es inútil. Si pudiera verlo, el pariente se moriría de nuevo. Esta vez de risa.
El grano de arena sigue mostrándose entero y arrogante.
El nido está ocupado por cuatro polluelos hambrientos. En el centro, una moneda de cinco duros, con agujero; y un anillo dorado: David. 14-10-2000.
Las crías, vistas desde la perspectiva y el tamaño de una lombriz, son horribles. En lugar de piar, quiebran el silencio y encienden el ánimo. La lombriz ¿agradece? al Creador la sordera congénita.
El pico de la más fea de las urracas se convierte en un abismo negro.
Se aproxima.
Se abre de nuevo.
Se cierra.
El mundo desaparece y el grano de arena descubre la digestión aviaria.



Un silencio familiar envuelve la pequeña hendidura en la roca. Sobresaltado, el grano de arena tantea su alrededor: el vértice superior, salado y calizo; luz mortecina al frente, filtrada por el milímetro abierto al horizonte; partícula de agua a los pies, siempre alimentada por el pasadizo húmedo.
El hogar.
La imagen de una hormiga que se carcajea le asusta. Tiembla todo su cuerpecito. Sortea los árboles, se incrusta en el ojo humano y el cielo ruge. La tormenta está a punto de ahogarle. Alguien le cuenta historias de faraones. El suelo se mueve. El agua lo va a disolver sin piedad. Un anillo de oro en los dedos de un niño que pesca con anzuelo. Una picaraza lo muerde hasta reventar sus partículas minerales. La hormiga continúa riéndose pero está muerta, peinándose ante un espejo.
Despierta.
Todo ha sido un cuento.
Sólo un cuento.


D.S